La continuidad del vínculo de Wander Samuel Franco Aybar con las Grandes Ligas hoy está en entredicho; ni en Puerto Plata, ni en Baní, ni en Tampa o Nueva York saben cómo terminará la relación, una que a nivel familiar nació mucho antes de que el torpedero de los Rays naciera en la primavera de 2001… y han vivido episodios de sobra, desde lo sublime hasta lo lamentable como para conocer los límites.
El patriarca, Wander Franco, firmó como lanzador zurdo con los White Sox en 1991 por US$3 mil; el hijo mayor, Wander Javier, fichó como torpedero con los Reales por US$120 mil en 2012 y jugó hasta 2019; y el segundo varón, Wander Alexander, fue reclutado como antesalista por los Astros por US$575 mil en 2014 y también jugó por última vez en 2019.
La madre de los tres, Yulissa Aybar, es hermana de los expeloteros Willy y Erick, el segundo con una carrera en el Big Show de 12 años que incluyó ir a Juego de Estrellas, ganar el Guante de Oro y jugar un papel importante para que la República Dominicana ganara el Clásico Mundial de Béisbol en 2013.
Pero la mayor lección de qué no se debía hacer una vez el talento seduce al Gran Circo la pudo aprender Franco de su tío Willy. Tan alto era el potencial del mayor de los Aybar que en enero del 2000, 14 meses antes de Franco nacer, los Dodgers dieron US$1,4 millones por su fichaje, entonces el cuarto dominicano que alcanzaba los siete dígitos al firmar.
Sin embargo, una década después de ese fichaje la MLB agotó su paciencia con Aybar y lo envió al archivo muerto; por su indisciplina, por su debilidad con el alcohol y por las acusaciones por violencia doméstica que en el país lo llevó a prisión en múltiples ocasiones, la última le hizo cumplir dos años bajo las rejas.
En 2021, con 37 años y recién salido de la cárcel, se declaró en bancarrota, solo y con el deseo de retroceder en el tiempo para rectificar.
El padre bautizó con su nombre a los tres hijos (también hay una hija) como deseo de que culminarán el sueño que él no pudo… llegar a la MLB. Lo logró el menor, una continuidad que ahora es una interrogante. De momento, a Franco le queda esperar; no sabe cuándo o si alguna vez volverá a esa tierra prometida con la que pareció haber sido destinado.