El esplendor de los robles amarillos se percibe tan solo al adentrarse por las calles céntricas del Gran Santo Domingo, en la acera de algunas residencias o incluso en parqueos de algunos centros de comercios. La belleza de estas plantas llama la atención de conductores y transeúntes que día a día se desplazan por la ciudad.
Este impresionante árbol es llamado también como el nombre de guayacán amarillo o araguaney, mientras que su nombre científico es Handroanthus chrysanthus o Tabebuia chrysantha es una especie de la familia Bignoniaceae. Asimismo, el nombre del epíteto se deriva de las palabras griegas chryso (dorado, amarillo) y antho (flor), de tal forma que el nombre científico significa: con flores amarillas o doradas.
El roble amarillo es originario de Brasil y se cree que fue introducido a la isla La Hispaniola (hoy Haití y República Dominicana) por colonizadores europeos durante la época colonial.
El también llamado guayacán amarillo florece cada año en el país a inicios de la primavera y es utilizado de forma ornamental o en paisajismo. Su florecimiento primaveral es compartido con árboles hermosos, como el cerezo japonés.
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Vuelven a colorear la ciudad los robles amarillos
Estos árboles pueden crecer hasta alturas de 20 a 30 metros, con troncos rectos y ramas extendidas que forman una amplia copa redondeada. Las hojas son alternas, simples y lobuladas, de color verde oscuro en el anverso y más pálido en el reverso.
(DIARIO LIBRE.)
Los robles amarillos prefieren suelos húmedos y fértiles. Son árboles importantes para la vida silvestre, ya que proporcionan alimento y refugio para una variedad de especies animales, incluyendo aves, mamíferos e insectos. Además de su valor estético y ecológico, los robles amarillos son apreciados por su madera, que es dura, fuerte y duradera.
Es hora de su máximo esplendor, así que a gozar de su belleza.
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