La pregunta parecería retórica. Pero escudriñar la respuesta cobra sentido en un país que gana fama por exhibir una de las tasas de accidentes de tránsito más altas del mundo y donde los taponamientos “sin razón” son constantes.
Pasar media hora en una intersección vial porque nadie cede el paso; acelerar, tres cuadras atrás, para “aprovechar” que un conductor se detuvo para dejar pasar, obviar las luces de los semáforos y las señales de tránsito o… un etcétera casi interminable, hablan de una conducta de parte de los conductores dominicanos que puede denotar falta de civismo, pero también de conocimiento de las normas de tránsito.
“A cualquiera le dan una licencia. Entonces, ese es un gran problema, pues, a veces, usted va bien, pero el que va a su lado anda como loco”. La expresión es de Reynaldo Pérez Sánchez, presidente de la Unión Nacional de Empresas del Transporte (UNET), quien fustiga que, años atrás, muchos vieron la licencia como un negocio y que todavía hoy en día, desde el propio Estado, se ve el otorgamiento de ese documento como un mero medio de recaudación fiscal.
Su planteamiento encuentra apoyo al revisar el programa de formación de choferes que se ofrece oficialmente, pues se reduce a una prueba de un día, con una charla previa de media hora, bajo el supuesto de que la persona ya se formó empíricamente con el material didáctico que proporciona el Instituto Nacional de Tránsito y transporte Terrestre (Intrant).
En el país existen escuelas que forman a los futuros conductores en técnicas de manejos, pero no muchos acuden a esos centros e, incluso, no leen el manual del Intrant, y la formación se limita a la enseñanza de un pariente o amigo, casi siempre enfocada en cuestiones de mecánica para echar a andar un vehículo de motor.
“Nosotros (los transportistas) somos parte de la anarquía. Ciertamente lo somos, pero no somos la anarquía”, comenta Juan Marte. Se apoya en las cifras que indican que el parque vehicular nacional es de 5.896.479 de vehículos, de los que los transportistas apenas alcanzan el 2.7 %.
Fue el caso de Mario Aquino, quien confió su enseñanza a un amigo. Admite, entre risas, que tuvo que examinarse tres veces, pues se resistía a leer el material didáctico. “Ya lo pasé”, exclama entre carcajadas. También contó su poca disponibilidad para pagar unos 10,000 pesos que le pedía una escuela en la que indagó sobre el curso de enseñanza.
Pedro Rosario, que acudió a una escuela a formarse, recuerda que el día que llegó a las oficinas del Intrant a tomar el examen le dieron una charla que rememora como un “chivo verbal”, de parte del instructor, quien constantemente le recordaba las preguntas y respuestas que son más frecuentes en la prueba teórica.
El proceso
Para conducir en la República Dominicana, además de cumplir con varios requisitos de ley y tener entre 16 (con carnet de aprendizaje) o 18 (para licencia) años de edad, hay que pasar por dos pruebas: una teórica y una práctica, que habilitan para otorgar la licencia de conducir.
Para la prueba teórica el interesado debe programar una cita en la Dirección de Licencia de Conducir, a la que acude luego de estudiar el Manual de Conducción y Seguridad Vial (Manual General) y el manual de la categoría de licencia que va a solicitar.
También tiene que haber realizado el pago de impuestos por servicios y no tener multas de tránsito sin pagar. En el lugar se le harán pruebas de tipo de sangre y de la vista, se toma una charla y se procede al examen teórico que debe ser aprobado con un mínimo de 60 puntos.
Aprobado y pasados los 15 días, deberá entonces acudir al examen práctico.
La rigurosidad con el procedimiento no satisface a todos. Varios conductores con licencias activas a los que se les preguntó sobre su experiencia en el examen práctico, admitieron que, aunque cometieron fallas durante la conducción, el instructor les aprobó, casi siempre, porque había un pequeño soborno de por medio.
Uno de esos testimonios es de Alexandra Fernández, con licencia desde hace unos 15 años. Contó que con tiempo fue advertida de que tenía que colocar 500 pesos junto a sus documentos en la guantera del carro, para que cuando el instructor solicitara los documentos encontrara allí el dinero.
Causa de accidentes
Según las cifras que publica el Observatorio Permanente de Seguridad Vial (OPSEVI), en 2022 hubo en el país 2,921 muertes por accidentes de tránsito. Los lesionados suman 122,779. La tasa de muertes fue de 27.5 por cada 100,000 habitantes, resultado que lleva a que la República Dominicana esté entre los países con las mayores tasas del mundo de muertes por accidentes de tránsito.
Las violaciones a las normas de tránsito, regidas en el país por la Ley 63-17, alcanzan cifras no menos llamativas: más de dos millones de infracciones a dicha Ley ese año, con una tasa de 3,708.2 por cada 10,000 vehículos.
De todos los desmanes que ocurren en las vías dominicanas, los cometidos por los choferes del transporte público y los motoristas son los más notorios. Estos últimos están envueltos en el 66.7 % de los accidentes. Los choferes sindicados, sean de autobuses o camiones, resultan involucrados en los accidentes más aparatosos y con mayor número de víctimas que reportan los medios de prensa.
El año pasado, por ejemplo, se registraron casos de accidentes con saldos de víctimas mortales superiores al promedio. Dos camiones que chocaron en Samaná y provocaron la muerte de dos niñas de cuatro años y heridas a otros cinco personas.
Ese hecho fue en abril y ya en mayo se reportaba la noticia de dos estudiantes y el chofer de un autobús muertos en un choque con un camión en Hato Mayor. Los heridos superaban la docena.
Al mes siguiente, la tragedia sacudió a La Vega: seis muertos y 28 heridos al volcarse un autobús que, según su conductor, intentó esquivar una yipeta que se le atravesó. Septiembre trajo un saldo mayor: nueve muertos y 17 heridos en un choque entre autobuses en Higüey. Luego, en noviembre, el choque entre un autobús y una patana, ocurrido en San Cristóbal, mató a otras 10 personas y causó heridas a 17.
En ocasión de ese suceso, expertos insistieron en que los siniestros eran por error humano, debido a la escasa formación de los conductores, a lo que se agrega el consumo de alcohol de los conductores y la tímida fiscalización. En declaraciones a Diario Libre, la educadora especializada en seguridad vial, María Teresa Montero, cuestionó el proceso de obtención del permiso de conducir porque permite que personas que no saben conducir tengan una licencia.
Reynaldo Pérez Sánchez, presidente de la UNET, aspira a ser diputado y dice que, de ser electo, propondrá al Congreso que la educación vial sea parte de la educación en las escuelas.“Una de nuestras propuestas, ahora como candidato a ser diputado es que se modifique la Ley 63-17, pues no llena el vacío que debía de llenar, en el sentido de que el currículo vial debe ser llevado a las escuelas, para que nuestros bachilleres puedan optar por una licencia y tengan un mayor grado de conciencia sobre el riesgo de estar en las calles”, dice. La UNET agrupa a 5,000 choferes, aproximadamente.Willian Figuereo, de la Central Nacional de Transportistas Unificados (CNTU), también habla de la capacitación que ofrecen a sus afiliados. Sostiene que, al final de cada mes, un grupo de sus miembros acude a cursos, charlas y talleres. No refiere la cantidad de sus choferes que han pasado por esos cursos. Más específico es Juan Marte, presidente de la Confederación Nacional de los Trabajadores del Transporte (CNTT). De 22,000 miembros, cerca de un 13 % acude a los cursos de formación cuando le convocan, pero, en total, no pasarían de 3,700 los que cuentan con un curso formativo. A nivel general, Marte reconoce que la educación no es constante y que no todos los gremios la entienden como método eficiente al sector y beneficiosa para el país. De hecho, sostiene que ni los gremios ni sus dirigentes tienen la vocación de educar a los choferes, a quienes tienen como rehenes para conseguir sus propósitos, incluyendo políticos, o para “extraerle recursos al Estado”. El dirigente choferil también considera que cualquier carrera universitaria, incluso, desde el bachillerato, debería contar con la educación vial como materia fundamental del programa formativo.