Muchas noches, cientos de migrantes pasan a través de los postes de un muro fronterizo o lo trepan valiéndose de escaleras metálicas.
Se reúnen en una zona intermedia entre dos muros con vistas a las luces nocturnas de la ciudad mexicana de Tijuana, aguardando horas a los agentes de la Patrulla Fronteriza mientras voluntarios les reparten café caliente, sopa instantánea y vendas para rodillas lastimadas y tobillos hinchados.
Aproximadamente a una hora en coche hacia el este, donde la Luna ofrece la única luz, cientos de personas más se abren paso por un desierto sembrado de rocas en busca de zonas siempre cambiantes donde se congregan los migrantes.
Grupos que oscilan desde unas cuantas hasta docenas de personas recorren caminos de tierra y carreteras asfaltadas en busca de agentes.
Las escenas son un recordatorio diario de que San Diego se convirtió en abril en el corredor más transitado para los cruces irregulares, según cifras del gobierno estadounidense, la quinta región de Estados Unidos que ostenta esa distinción en dos años, lo cual ilustra lo rápido que están cambiando las rutas migratorias.
Hace poco tiempo, las rutas eran notablemente estables. Durante décadas, San Diego fue el sector más vigilado por la Patrulla Fronteriza, hasta que el aumento de las medidas de control empujó a los migrantes al área desértica cercana a Tucson, Arizona, lugar que en 1998 se convirtió en el más transitado.
El Rio Grande Valley en el sur de Texas registró la mayor actividad desde 2013 hasta junio de 2022, a medida que comenzaron a llegar más centroamericanos.
En abril se arrestó a migrantes en la frontera con México casi 128,900 veces, informó el miércoles la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, por sus siglas en inglés), un 6.3 % menos que en marzo y apenas la mitad de un máximo récord de 250,000 en diciembre. Aunque sigue siendo una cifra históricamente alta, en el mes de abril no se registró el aumento típico de la primavera.
El descenso se debe en gran medida a la intensificación de las medidas de control en México, que incluyen impedir que los migrantes suban a trenes de carga, según las autoridades estadounidenses.
El gobernador de Texas, Greg Abbott, lo atribuye a sus medidas enérgicas fronterizas a un costo de muchos millones de dólares, mientras que otros destacan que la violencia en el estado mexicano de Tamaulipas es un elemento disuasorio en el camino hacia el Rio Grande Valley.
México se comprometió a no permitir más de 4,000 cruces ilegales al día hacia Estados Unidos, dijo el martes a la prensa Alicia Bárcena, secretaria de Relaciones Exteriores mexicana. La Patrulla Fronteriza detuvo a más de 10,000 personas algunos días de diciembre.
A pesar del descenso en general, las detenciones en el sector de San Diego alcanzaron las 37,370 en abril, un 10,6% más que en marzo, para sustituir a Tucson como el más transitado de los nueve sectores fronterizos con México.
Troy Miller, comisionado interino de la CBP, dijo que una mayor vigilancia policial, incluso con otros países, condujo a la disminución general desde marzo, pero también reconoció que los “patrones migratorios cambian continuamente”.
Muchos migrantes dicen que San Diego es el lugar más fácil y menos peligroso para cruzar. Revisan constantemente sus teléfonos en busca de mensajes, publicaciones en redes sociales y llamadas de voz que les ayuden a planificar su ruta y cruce.
“Uno oye muchas cosas en el camino”, dijo el ecuatoriano Óscar Palacios, de 42 años, una mañana de abril después de que un agente lo condujera a esperar en un área de tierra donde más de 100 migrantes tiritaban alrededor de fogatas.
Luego de que agentes de inmigración mexicanos lo regresaran tres veces al sur de México, Palacios decidió darle a un desconocido 500 dólares por un documento que le permitía volar a Tijuana. Después le pagó a un coyote para que lo guiara hasta California.
El atractivo de San Diego se debe, en parte, a que Tijuana es la ciudad más grande del lado mexicano de la frontera, según las autoridades estadounidenses.
Personas de casi 100 nacionalidades han llegado al aeropuerto de Tijuana este año, incluidas 12,000 de Colombia y una cifra igual de Cuba, unas 6,000 de Haití y una cifra igual de Venezuela, y miles más de Brasil, Ecuador, Perú, China y Mauritania.
“Es la incidencia de las redes sociales”, dijo Paul Beeson, cuya carrera de 33 años en la Patrulla Fronteriza incluyó períodos como jefe de los sectores de San Diego, Tucson y Yuma, Arizona. “Allí hay mucha más información sobre cómo cruzar. El transporte aéreo se ha recuperado y la gente puede desplazarse”.
La migración en San Diego presenta un reto porque la gente viene de una mayor variedad de países —incluyendo India, Georgia, Egipto, Jamaica y Vietnam—, destinos a los cuales resulta dificil y costoso organizar vuelos de deportación, dicen funcionarios estadounidenses.
Los mexicanos, quienes son deportados por tierra, y los guatemaltecos y hondureños, cuyos gobiernos aceptan desde hace tiempo vuelos de deportación frecuentes, tienen una presencia menor allí que en otras partes de la frontera.
La Patrulla Fronteriza ha estado enviando en autobús y avión a algunos migrantes desde San Diego a otras ciudades fronterizas para su procesamiento, un cambio con respecto al año pasado, en que los migrantes fueron enviados a San Diego con el fin de hacer frente al enorme flujo de personas.
Los migrantes aguardan horas a que los agentes los recojan para ser procesados, en lugar de los retrasos de días que eran habituales cuando empezaron a surgir campamentos improvisados en la zona de San Diego hace aproximadamente un año.
El mes pasado, un juez federal declaró que los niños de los campamentos estaban sujetos a normas de custodia que garantizaban su salud y seguridad.
Una noche de la semana pasada, unas 70 personas se reunieron entre dos muros cerca de un centro comercial de lujo. Dos mujeres hondureñas ya no podían caminar tras lastimarse al escalar el muro fronterizo; una de ellas aceptó que la Patrulla Fronteriza la llevara al hospital.
“Casi todas las noches tenemos lesiones de personas que saltan” el muro, dijo Clint Carney, de 58 años, que muchas noches trabaja como voluntario respondiendo a las preguntas de los migrantes y sirviendo refrigerios.
Cerca de Jacumba Hot Springs, un pueblo de menos de 1,000 habitantes, aproximadamente una docena de personas de países latinoamericanos llegaron a una bifurcación en un camino de tierra alrededor de las 10 de la noche.
Unos 100 migrantes chinos arribaron justo antes del amanecer, muchos de ellos pulcramente vestidos y tomando fotos alegremente con sus celulares.
Algunos de los latinoamericanos refunfuñaron en voz baja cuando los chinos se formaron delante de ellos al llegar los vehículos de la Patrulla Fronteriza.
Antes, los agentes entregaban pulseras de colores que se utilizaban para saber cuánto tiempo llevaba la gente esperando y quién era el siguiente en la fila, pero esa práctica se abandonó en diciembre.
Estas zonas de espera han aparecido en áreas remotas después de que los migrantes cruzan la frontera en áreas donde el terreno montañoso ha impedido la construcción de barreras.
El aumento de la presencia de las autoridades mexicanas en algunas zonas empujó el tráfico a otros lugares del desierto escasamente poblado, creando nuevos campamentos. Uno de los nuevos emplazamientos se encuentra a poca distancia de un club de tiro, sin tiendas de campaña, baños ni otros servicios.
Los refugios de San Diego han sido incapaces de albergar a todos los que la Patrulla Fronteriza libera con avisos de comparecer ante un tribunal de inmigración.
El supervisor del condado de San Diego, Jim Desmond, dijo que más de 143,000 migrantes han sido liberados en las calles desde el 13 de septiembre, citando datos de la Patrulla Fronteriza.
Desde una estación de autobuses y trolebuses en la que los agentes dejan a los migrantes, hay un corto trayecto hasta el aeropuerto, donde pueden recargar teléfonos y utilizar los baños antes de embarcar en vuelos con destino a otras partes de Estados Unidos.