No todos los hijos siguen los pasos de sus padres, aunque eso signifique renunciar al camino seguro y tener que esforzarse más para hacer su nombre desde cero en otra área. Un buen ejemplo de ello es Eduardo Fernández, hijo del superintendente de bancos dominicano, Alejandro Fernández W.
Lejos de la economía y las finanzas, este joven decidió emprender su viaje fuera de República Dominicana. Su aptitud y esfuerzo le valieron un cupo en Princeton, una de las mejores universidades de Estados Unidos y el mundo, para estudiar Ingeniería en Sistemas y Matemáticas.
Tras graduarse summa cum laude (excelencia académica), a sus 23 años está preparado para insertarse en el competitivo mercado laboral estadounidense. Es inspiración para otros jóvenes que buscan construir su propia trayectoria de éxito.
—¿Cómo ingresas a Princeton?
Yo apliqué como para 10 universidades en Estados Unidos. Hubo varios factores que tomé en cuenta, en primer lugar, qué tan fuerte era la universidad en carreras técnicas, como matemáticas, economía o informática. En segundo lugar, yo en la secundaria en mi tiempo libre siempre participaba en competencias de debate, así que consideré qué universidades eran fuertes en esa actividad.
Y lo tercero fue la ayuda financiera que recibiría de la universidad, porque las universidades allá son muy caras y no muchas son generosas con la ayuda financiera para estudiantes internacionales. Al final decidí que Princeton tenía el mejor balance, de ser fuerte en áreas técnicas, en actividades como debate, y también la flexibilidad de su currículo.
—¿En algún momento consideraste estudiar economía, tomando en cuenta que por tu padre se te haría más fácil el camino?
Sí, lo consideré, pero al final me gustó más la parte más técnica, más matemática y de teoría. Economía me interesaba, pero no como carrera. Quería una carrera que requiriera mayor nivel de esfuerzo y razonamiento, y eso lo veía en Ingeniería en Sistemas y Matemáticas.
Alejandro Fernández W. junto a su hijo, Eduardo Fernández. (FUENTE EXTERNA)
—¿Influyó el hecho de no querer que digan “Eduardo, el hijo de…” en tu decisión de estudiar fuera del país?
No. Aunque mi padre siempre estuvo involucrado en mis estudios, nunca sentí ni siquiera en la secundaria que la gente me asociara con mi padre. Para mí nunca fue un problema, ni siquiera estando en República Dominicana.
—¿Cuál crees que es el mayor reto que enfrentan los dominicanos al estudiar fuera, sobre todo en una universidad como Princeton?
Creo que el ‘background’ con el que entran los estudiantes estadounidenses. Es muy fuerte, porque hay una población muy grande de estudiantes que van a colegios que son extremadamente intensos, incluso me sorprendió que para muchos de esos estudiantes una universidad como Princeton era menos intensa y competitiva que la secundaria a la que fueron. Definitivamente creo que adaptarse a la intensidad de las materias, especialmente de carreras técnicas, puede ser difícil para cualquier estudiante egresado de un colegio de República Dominicana.
Pero yo sí creo que esas universidades, por lo menos por lo que vi en Princeton, hacen un gran trabajo para nivelarlos. O sea, que después del primer año por lo regular todo el mundo está en un mismo nivel para tomar las siguientes materias.
—Hay muchos jóvenes con el sueño de estudiar en una universidad en Estados Unidos que desisten porque entienden que es un proceso difícil…
Yo diría que en los últimos años el nivel de acceso a información en internet sobre estas universidades es muy grande, sobre requisitos para aplicar, cómo aplicar, qué exámenes tomar, cómo estudiar para esos exámenes o cómo destacar en la secundaria para destacarse. Todo eso está en el internet, gratuito. Ayuda tener una red de apoyo, adultos que te guíen, pero es sorprendente la cantidad de material para ayudar en el proceso de aplicación de la universidad.
—A quienes opinan que hablas desde el privilegio y que no todos tienen las mismas oportunidades que tú, ¿qué les dirías?
Entiendo que es un privilegio haber estudiado en un buen colegio, donde aprendí ingles a temprana edad y tenía muy buenos profesores. Pero realmente en mi caso no impactó ningún nivel de influencia que pudiera tener mi papá. Y no es tanto el dinero; mis padres se ocuparon mucho de mi educación. Mi mamá es educadora y desde pequeño me ponía a leer, a hacer ejercicios y a estimularme, y mi padre me compraba libros de matemáticas que ni él entendía cuando yo tenía 10 y 11 años. Para mí ese es el gran privilegio, no nada más la clase social y los ingresos.
—¿Qué consejo que te dio tu padre crees que fue el más valioso para tus años de estudio fuera del país?
Disfrutar conscientemente de la experiencia de estudiar fuera. Uno está en un ambiente donde hay miles de estudiantes que comparten intereses contigo, inteligentes, trabajadores, ambiciosos… En vez de uno dejar que el tiempo pase, solo enfocándose en coger clases y pasarlas, hay que disfrutar lo más posible. Y yo creo que lo apliqué en mi último año.
—¿Qué le aconsejarías a un joven que, al igual que tú, quiere ingresar a una universidad prestigiosa?
Además de sacar buenas calificaciones en la secundaria, el otro gran componente de una aplicación es destacarse en alguna actividad extracurricular, por ejemplo, en algún deporte o una actividad como debate.